El Septenario de Moya en la provincia de Cuenca es una tradición religiosa y popular que se celebra cada siete años, desde 1639, en honor a Nuestra Señora de Tejeda.
¿Qué es y con qué motivo?
Origen: nació en 1639 como una rogativa ante una sequía extrema. Se llevó en romería la Virgen de Tejeda desde el Santuario de Garaballa hasta la villa medieval de Moya (16–18 km). Tras ello, “llovió durante siete horas”.
Agradecidos por la lluvia, los habitantes se comprometieron a repetir la peregrinación cada siete años, convirtiéndose en un voto de fe.
La fiesta del Septenario de Moya ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional de Castilla‑La Mancha.

Cuándo se celebra
Comienza el 16 de septiembre y termina el 26 de septiembre, cubriendo nueve días de actos religiosos y fiestas civiles.
En el día “de la Subida” (16 Septiembre), parten al alba desde Garaballa. El día 21 se realiza la procesión general en Moya, seguida de la bajada (26 Septiembre) de regreso al santuario en Garaballa.
Dónde tiene lugar
La romería cubre unos 16–18 km, atravesando los municipios de Garaballa, Landete y Moya.
El destino es la iglesia de Santa María la Mayor, dentro de la antigua villa medieval amurallada de Moya.

Quién participa
Devotos: miles de personas de más de 30 pueblos del antiguo Marquesado de Moya, así como del Rincón de Ademuz y la provincia de Valencia.
8 danzantes: ataviados con camisa blanca, enaguas, alpargatas, banda y turbante (generalmente azul), animan el recorrido con paloteos y castañuelas, dirigidos por un maestro que transmite la tradición.
Damas de honor y reina: generalmente 12 damas adultas y 5 infantiles, junto a la reina, que acompañan a la Virgen y participan en el arranque de la romería.
Autoridades: eclesiásticas, civiles (como la subdelegada del Gobierno o la Diputación de Cuenca) y el Ayuntamiento de Moya.
Historia y evolución
1639: primer Septenario tras diligencia de una rogativa durante la sequía.
Rituales transmitidos desde al menos el siglo XVII, con danzas con castañuelas y palos.
Declarado Fiesta de Interés Turístico Regional en 2011.
En 2025 (próximo evento), ya se han elegido los 8 danzantes oficiales y presentado actos como el pregón.
Cada edición renueva la participación, tradición y repercusión turística.
Un apunte histórico adicional
Hay estudiosos que vinculan esta danza y su vestimenta a antiguas danzas guerreras de origen medieval, transformadas después en danzas marianas por influencia de las cofradías religiosas.
Los palos y las castañuelas simbolizarían las armas espirituales con que los cristianos vencen al mal, mientras que la blancura del traje y el turbante reflejan la pureza mariana.
En Moya, el hecho de que todo el pueblo y las aldeas participen es una expresión de la unidad histórica del antiguo Marquesado y su fidelidad a la Virgen de Tejeda, patrona desde hace siglos.
Actos principales
Día 16 de septiembre: misa al alba en Garaballa, inicio de romería con danzantes y damas.
Paradas (“mesas”): en puntos clave como Landete, donde se detiene la imagen y se baila.
Procesión general (21 Septiembre): la Virgen recorre las calles de Moya, cruzando siete puertas y acompañada por danzantes y banda municipal.
Bajada (26 Septiembre): retorno al santuario con más danzas y emociones.
Novenario: del 16 al 26, actos religiosos, verbenas, bailes populares y, en algunos casos, toros.
Salida y entrada en Garaballa
El día que comienza el Septenario, la Virgen sale de Garaballa en procesión solemne:
El pueblo se viste de fiesta y las campanas del santuario no dejan de sonar.
Las mujeres visten mantilla negra y portan velas.
Los hombres cargan el paso a hombros.
Al salir del santuario, los danzantes bailan la primera danza, y no paran hasta llegar a Moya.
A los nueve días, tras las fiestas en Moya, la Virgen regresa también en procesión a Garaballa, donde vuelve a ser colocada en su camarín entre vivas, aplausos y lágrimas de emoción.
Las “mesas del camino”
Una de las señas de identidad más bonitas del Septenario de Moya son las llamadas mesas del camino.
Como sabes, la Virgen de Tejeda permanece habitualmente en su santuario de Garaballa (Cuenca). En el Septenario, el día principal es la subida a Moya, en la que la Virgen recorre aproximadamente 16 km acompañada por cientos (a veces miles) de personas a pie.
Durante el camino hay paradas rituales en puntos ya fijados desde hace siglos, donde se instalan unos altares adornados con flores, ramas verdes y velas: las mesas. En cada mesa:
Se reza una pequeña oración o canto.
Los danzantes bailan su paloteo completo delante de la imagen.
El sacerdote inciensa a la Virgen y bendice al pueblo.
Se recogen las ofrendas que los vecinos dejan allí: flores, cintas, panecillos.
El número y ubicación exacta de las mesas varía ligeramente según las condiciones del año, pero siempre incluyen:
Mesa de las Nogueras
Mesa del Pozo de la Nieve
Mesa del Portillo
hasta la llegada a la Puerta de la Villa, donde la Virgen es recibida con cohetes y campanas.
Estas mesas no son solo pausas para descansar, sino momentos muy intensos espiritualmente. Mucha gente deja en las mesas sus promesas o agradecimientos.
Significado cultural
Expresa la fe colectiva y gratitud por el milagro que representa la lluvia traída por la Virgen.
Revitaliza los lazos entre los pueblos de la Serranía Baja conquense y zonas vecinas.
Conserva un rico patrimonio intangible: música, danza, vestimenta tradicional y rituales comunitarios.
Potencia el atractivo turístico: la villa de Moya recupera vida cada siete años y recibe gran inversión de infraestructuras.
Próximo Septenario
El LVI (56º) Septenario será en septiembre de 2025, con eventos de presentación ya en junio 2025, selección de danzantes, pregón oficial y actividades previas.
La indumentaria de los danzantes
Los danzantes son una de las figuras más icónicas del Septenario. Ocho hombres jóvenes (históricamente elegidos entre los mozos del municipio o del entorno) son los encargados de acompañar la Virgen de Tejeda durante las procesiones y bailarle en su honor.
Su vestimenta tradicional es muy colorida y cargada de simbolismo:
Camisa blanca, muy almidonada, de manga larga.
Falda blanca con puntillas, tipo enagua o refajo, por encima de las rodillas, cubriendo la parte superior de las piernas. (A menudo lleva ribetes azules o bordados sencillos).
Pañuelo de colores al cuello, generalmente en tonos rojos o azules, anudado.
Cinturón ancho o faja roja, que ciñe la cintura.
Turbante: uno de los elementos más llamativos. Es un tocado hecho con tela de color, habitualmente azul o roja, con forma cilíndrica o en corona, que cubre la cabeza y representa pureza y sacrificio.
Alpargatas blancas atadas con cintas.
Palos de madera (para los paloteos) y castañuelas.
El conjunto recuerda a la indumentaria de antiguos danzantes rituales castellanos, mezclando elementos marianos con tradiciones agrícolas.
El maestro de danza cuida que los trajes se ajusten a la tradición.
La música y el baile
El baile de los danzantes, también llamado paloteo, es una danza procesional que acompaña el recorrido de la Virgen y la recibe en las distintas paradas o “mesas” durante la subida.
Las características principales son:
Se baila al son de una dulzaina y un tamboril.
Las piezas suelen ser variantes de jotas y seguidillas adaptadas al paso lento de la procesión.
El ritmo es repetitivo y solemne, con chasquidos de las castañuelas y los palos que los danzantes entrechocan.
Se forman figuras geométricas con los palos y se hacen cruces en el aire, siempre delante de la Virgen.
Este tipo de danza tiene paralelos en otras festividades de Castilla, pero el de Moya ha mantenido una pureza notable.
El maestro de danza
El maestro de danza es una figura clave.
Es el responsable de formar y entrenar a los danzantes, transmitiendo los pasos, gestos y disciplina que ha heredado de sus antecesores.
También cuida los ensayos, la colocación en las procesiones y el ritmo.
Su cargo es casi vitalicio, y se elige entre personas con gran conocimiento de la tradición y respeto de la comunidad.
Muchas familias han tenido maestros de danza durante varias generaciones.
Este maestro garantiza que no se pierda la esencia del baile ni se introduzcan modas modernas incompatibles con el ritual.
Anécdotas del Septenario de Moya
El Septenario de Moya, al celebrarse cada siete años desde hace casi cuatro siglos, ha acumulado un buen número de anécdotas y hechos curiosos que la gente todavía recuerda y cuenta de generación en generación. Estas son algunas de las más conocidas y entrañables:
La lluvia milagrosa (1639)
Es la más famosa y la que da origen a la tradición.
En el verano de 1639, la sequía arruinaba cosechas y el hambre se cernía sobre el Marquesado de Moya. Los vecinos acordaron traer la Virgen de Tejeda desde su santuario de Garaballa hasta Moya para pedir su intercesión.
Nada más llegar la Virgen a la villa y terminar la procesión, comenzó a llover durante siete horas seguidas, empapando los campos y salvando la cosecha. En agradecimiento, el pueblo hizo el voto de repetir la romería cada siete años para siempre.
Todavía hoy, si llueve durante la subida o bajada, muchos lo consideran una bendición y un “guiño” de la Virgen.
Un danzante lesionado en 1960
En uno de los Septenarios de mediados del siglo XX, uno de los ocho danzantes sufrió un fuerte esguince de tobillo a mitad del recorrido.
La tradición dice que los danzantes no pueden ser menos de ocho, así que un muchacho del público que había aprendido la danza en los ensayos se ofreció voluntario. Con improvisación y mucho valor, terminó la subida con el resto de sus compañeros. Desde entonces, se procura siempre tener un “suplente” bien entrenado por si ocurre algo parecido.
El Septenario más lluvioso (1974)
El Septenario de 1974 fue tan lluvioso que la procesión general del día 21 de septiembre hubo que hacerla en el interior de la iglesia de Santa María, porque las calles eran auténticos ríos.
Los danzantes bailaron dentro del templo y, según los vecinos, la solemnidad y la emoción fueron aún mayores, con el sonido de la lluvia en el tejado mientras la Virgen cruzaba las puertas. Ese año se repitió el refrán: “Si la Virgen sube con agua, baja con gracia”.
La promesa de una madre (2004)
En 2004, una vecina del Rincón de Ademuz que había tenido a su hijo muy enfermo hizo la promesa de que, si sanaba, ella subiría descalza detrás de la Virgen hasta Moya.
El niño se recuperó y ella cumplió su palabra: caminó los más de 16 km descalza, entre lágrimas y agradecida. Muchos vecinos la animaron y ofrecieron agua durante el camino.
Los danzantes veteranos (2018)
En 2018, con motivo del LV (55º) Septenario, se rindió homenaje a los danzantes más veteranos vivos: algunos que habían bailado en los años 50 y 60 se reunieron para la fotografía oficial y algunos hasta se atrevieron a coger los palos y marcar unos pasos junto a los jóvenes. Fue un momento muy emotivo para toda la comarca.
La vela que no se apaga
Cada vez que la Virgen es recibida en la iglesia de Moya, se enciende una vela en su honor que permanece ardiendo los nueve días del Septenario.
En varias ediciones, a pesar de fuertes corrientes de aire o lluvia que entraba por las puertas abiertas, la vela no se apagó, lo que muchos interpretaron como símbolo de la protección de la Virgen sobre su pueblo.
Damas y reina: rivalidad sana
En algunos Septenarios se han contado pequeñas “rivalidades” entre los pueblos por ver qué joven sería elegida reina de las fiestas y quiénes serían damas de honor, ya que es un orgullo enorme representar a la comarca delante de la Virgen. Hoy todo se hace con mucha armonía y las chicas suelen formar amistad durante los ensayos previos.
Orígenes y leyenda de la Virgen de Tejeda
Según la leyenda popular, un pastor encontró la imagen entre las ramas de un tejo, rodeada de luz.
Intentaron llevarla a la iglesia parroquial, pero al día siguiente había desaparecido y volvió a aparecer en El Tejedal, lo que se interpretó como señal de que la Virgen quería ser venerada allí.
Por eso, en ese lugar se construyó una ermita primitiva en torno al siglo XV o XVI, que fue ampliada más tarde hasta el actual Santuario de Nuestra Señora de Tejeda.
El actual santuario es un edificio barroco, con nave central, capillas laterales y un retablo mayor donde se venera la talla de la Virgen.
La imagen
La Virgen de Tejeda es una talla pequeña y delicada, realizada en madera policromada, de estilo gótico tardío o renacentista.
Se la representa de pie, con el Niño Jesús en brazos y con expresión dulce.
Se conserva cuidadosamente, y durante siglos ha sido vestida con mantos bordados por las mujeres del pueblo. Para el Septenario luce sus mejores galas: manto azul bordado en oro o blanco con flores.

Patrona de una comarca
La Virgen de Tejeda no es solo patrona de Garaballa: su devoción se extiende a todo el antiguo Marquesado de Moya.
Cuando la villa de Moya fue cabeza del Marquesado, los pueblos de alrededor (Landete, Talayuelas, Salvacañete, Campillos Paravientos, etc.) tomaron como común esta advocación.
Por eso, todos esos pueblos envían representantes cada Septenario y colaboran en las celebraciones.
Milagros atribuidos a la Virgen de Tejeda
La devoción a la Virgen de Tejeda es anterior al propio Septenario: desde al menos el siglo XVI se le atribuyen intercesiones milagrosas.
Aquí algunos ejemplos conocidos por la tradición oral y recogidos en documentos parroquiales:
Un niño sanado
A principios del siglo XX, un niño del pueblo de Landete cayó gravemente enfermo y no respondía a los cuidados de los médicos. Su madre prometió llevarlo en brazos hasta el santuario si sanaba. El niño mejoró al día siguiente, y la madre cumplió su promesa poco después, dejando en el santuario un vestido blanco a modo de exvoto.
Las cosechas
En varias ocasiones, la comarca ha sufrido sequías o heladas devastadoras. Cada vez que se ha organizado un traslado extraordinario de la Virgen a Moya para pedir su ayuda, el mal tiempo se ha detenido o la lluvia ha llegado a tiempo para salvar los campos.
Accidentes
Hay testimonios recientes de personas que, tras accidentes graves o enfermedades repentinas, se han recuperado “sin explicación médica” tras encomendarse a la Virgen y ofrecer subir a pie o descalzos en el próximo Septenario. En el santuario todavía pueden verse exvotos (muletas, medallas, pañuelos) colgados como testimonio de gratitud.
El Santuario de la Virgen de Tejeda
El Santuario de la Virgen de Tejeda es hoy uno de los lugares de peregrinación más importantes de la provincia de Cuenca.
Además de los vecinos de la comarca, muchos devotos de Valencia, Teruel, Zaragoza o Madrid acuden a visitarla, sobre todo en verano.
Es habitual ver en sus paredes los exvotos: cuadros, muletas, medallas, pañuelos, en agradecimiento a favores recibidos.
El santuario de la Virgen de Tejeda y su arquitectura
El Santuario de Nuestra Señora de Tejeda está situado a las afueras de Garaballa (Cuenca), en un paraje de gran belleza natural.
Es un lugar muy querido y visitado no solo por su espiritualidad, sino también por su valor histórico y artístico.
Historia del santuario
Según la tradición, en el lugar de la aparición milagrosa había primero una pequeña ermita de los siglos XIV o XV.
En el siglo XVII, al incrementarse la devoción, se decidió levantar un santuario mayor.
El edificio actual es básicamente del siglo XVII-XVIII, aunque ha sido restaurado en distintas ocasiones.
Características arquitectónicas
Fachada: sobria, de sillería, con puerta en arco de medio punto y una pequeña espadaña para las campanas.
Planta: de nave única, cubierta por bóveda de cañón con lunetos, con pequeñas capillas laterales.
Presbiterio: elevado y separado por una reja de hierro forjado.
Retablo mayor: de estilo barroco sencillo, dorado, con camarín central donde se coloca la talla de la Virgen durante las celebraciones.
Sacristía y dependencias anexas para los ermitaños que tradicionalmente cuidaban el santuario.
Claustro-patio interior, que da acceso al salón de peregrinos y otras estancias.
En el exterior hay espacio para que se concentren los peregrinos y para organizar procesiones alrededor del santuario.
Los mantos y joyas de la Virgen de Tejeda
A lo largo de los siglos, los devotos han donado mantos, coronas y alhajas como exvotos por favores recibidos. Esto ha dado lugar a un pequeño tesoro mariano.
Los mantos
Se conservan varios mantos bordados a mano, principalmente en tonos blanco, azul, dorado y burdeos.
El más solemne y antiguo es de terciopelo azul con bordados de oro, reservado para las grandes ocasiones como el Septenario.
También tiene mantos de verano, más ligeros y claros, y mantos de diario para cuando permanece en el santuario.
Las coronas y joyas
La Virgen tiene una corona de plata dorada, regalo de la villa de Moya en el siglo XVIII.
Otra más moderna, de oro con piedras semipreciosas, fue donada en el siglo XX.
También se le han ofrecido rosarios, pendientes, collares y medallas de oro y plata, algunos de los cuales todavía se le ponen en las festividades.
El Niño Jesús también luce pequeñas coronitas y escapularios.
Muchas de estas piezas se guardan cuidadosamente en la sacristía y solo se exhiben en las grandes procesiones.
Cánticos y oraciones tradicionales
La devoción a la Virgen de Tejeda ha dado lugar a una serie de coplas, cánticos y plegarias propias, que los fieles entonan especialmente durante el Septenario y las romerías.
Algunas de ellas son muy antiguas y se han transmitido oralmente. Aquí tienes algunos ejemplos:
Copla popular de bienvenida
“Virgen de Tejeda hermosa,
patrona del Marquesado,
a tu pueblo que te adora
no lo dejes desamparado.”
Copla de despedida
“Adiós, Reina soberana,
hasta dentro de siete años,
llévanos siempre en tu manto
a tus hijos que te aman.”
Oración breve típica
“Virgen Santísima de Tejeda,
madre y patrona nuestra,
míranos con tus ojos de misericordia
y cúbrenos con tu manto.
Ruega por nosotros a tu Hijo,
para que nos conceda lluvia en los campos,
salud en los cuerpos y paz en los corazones.
Amén.”
Durante las procesiones también es común rezar el Rosario intercalando las letanías y las coplas a la Virgen.
Otras curiosidades
El nombre de la Virgen de Tejeda viene del paraje donde se encuentra su santuario, en las afueras de Garaballa, conocido desde antiguo como El Tejedal o Tejeda, debido a la abundancia de tejos (Taxus baccata) en esa zona del monte.
La tradición cuenta que la imagen se apareció allí milagrosamente en la Edad Media, aunque las primeras referencias documentadas aparecen ya en el siglo XVI.
Las “mesas” del camino son altares improvisados donde la Virgen se detiene y los danzantes le bailan.
Hay un gran sentido de orgullo colectivo: familias enteras viajan desde Valencia, Cuenca, Teruel o Madrid solo para participar cada siete años.
En las semanas previas se organizan rifas, pregones y verbenas populares para costear los gastos del Septenario.